viernes, 18 de marzo de 2011

Micaela

Hoy estaba con ganas. Me di cuenta apenas vi a unas chicas salir del colegio. No tendrían más de 16 años cada una y estaban con mi uniforme predilecto: pollerita escocesa y jumper. Unas piernitas perfectas, labios bien delineados, pielcita blanca... Todos los componentes necesarios para hacerme fantasear. 

Esos pensamientos se me agolparon en la cabeza y producto de ello, no pude disfrutar de la tarde. Las hormonas se mataban a golpes dentro mío y mi cerebro estaba todo el tiempo pensando en volver a ir de putas. Me acordaba de Brenda, una morocha panameña que me había hecho ver las estrellas; de Lorena, que me había recordado a una modelito de pasarela; de Cecilia, una rubiecita de 21 añitos con una cola espectacular... Pero la que me comía la cabeza en serio era Micaela.

Unos 24 años, un cuerpito casi perfecto, una cola que más de uno desearía... Era pagando, sí, pero ¿Qué puede hacer alguien que no tiene éxito con las mujeres, que no sabe ni cómo chamuyar y que necesita algo YA? No me pidan que cabecee... Entonces, no tuve mejor idea que llamar a la agencia de siempre y preguntar por ella. Estaba, la reservé y me fui.

Ahí estaba ese bombonazo, con un vestidito negro, los labios carnosos con brillitos y una sonrisa amplia al verme. Reconozco que -más allá del servicio- me aprecia. Nos dimos un abrazo enorme como si fuéramos hermanos que nos perdimos y me hizo pasar a la habitación. 

Y ahí sí, un polvo de primera: arrancó con unos besitos muy suaves en el cuello, en mi pecho, en mis hombros, mientras me ofrecía su cola redonda para que la tocara. Mis manos acariciaban su piel suave mientras ella me tocaba el amigo, que aún se encontraba en su guarida. Llegó el momento de pasar a la acción y me puso el preservativo mientras me hacía un oral realmente exquisito. Sus labios carnosos me deleitaban al extremo mientras yo, simultáneamente, le quitaba la ropa.

Ensayamos un par de poses, pero acordamos concluir con la del perrito, una de mis favoritas -y de ella, también-. Unos minutos de vaivén y todo concluido. Placer. Desahogo. Una imagen de Valeria que se me cruzó y que espanté como si de una mosca se tratara. ¿Quién es Valeria? Tiempo al tiempo, ya voy a contarles...

Charlamos un poco con Mica, nos contamos cosas de nuestras vidas y llegó el momento de despedirnos. Un abrazo con mucho afecto y la vuelta a casa. Esta vez no fue triste ni nostálgica como otras veces, debo admitirlo. Aunque siempre está revoloteándome la mosca de virilidad para recordarme que nunca lo hice con una chica que quisiera voluntaria y positivamente acostarse conmigo



 

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